Tuesday, April 22, 2008

Been there, done that

Me fui de fin de semana a Valle de Bravo. Como las señoras que tienen un marido que "las mantiene bien" y por eso se ven obligadas a acompañarlo a su torneo de golf.
Yo sólo tengo un Primo Buena Onda que me invitó a jugar al spa y esas frivolidades mientras él jugaba a las suyas e intentaba convencer a Mi Roomie Consentida de andar con él.
De los masajes, sólo tratamos el sueco y el thai, yo me quedé con ganas de un shiat su. Luego al vapor seco (donde tiré mis aretes y por buscarlos rompí el chic piso de tiritas de madera. Nadie se dio cuenta, no digas nada, ordenó Roomie, mientras verificaba en la puerta que no hubiera nadie cerca al tiempo que yo hacía un discreto e invisible remiendo), luego al jacuzzi frío (con cascada), luego al caliente, luego al frío otra vez. Una manzana verde, un suspiro, una sonrisa al oír "cortesía de su primo" y de ahí, a pagar el precio.

Hubiera sido una grosería declinar la invitación a la comida de cierre del torneo, donde dan los premios y hacen las rifas. Donde las señoras esposas de sus amigos hacen un enorme esfuerzo por parecer jóvenes madres de familia felices de formar parte de ese mundo de actividades esnob de sus maridos. Se sonríen entre dientes mientras critican sus vestidos, sus jeans con trampa, sus tintes, sus bolsos y sus sobrepesos y tratan a toda costa de salvar sus matrimonios. Tan endebles, suponemos, que los ven amenazados por la simple presencia de la única mujer soltera del evento: moi —la Roomie ya estaba más del lado del noviazgo que del de la soltería—, of course. Y debo decir que no iba echando tiros, ni con un escotazo loco o algo por el estilo, además tampoco soy el tipo de mujer-escándalo que acapare miradas, la verdad. Lo cierto es que por más que me arreglé, no pude evitar desentonar por completo y supongo que eso terminó por llamar la atención: mi pelo corto en capas disparejas, mi tinte rojo violento, mis cueritos e hilo rojo en donde debía haber doradas pulseras, mis gafas de armazón de pasta mitad negras- mitad verdes, y mi libre lenguaje de carretonero (súper moderado, lo juro), me delataron. La cosa es que nunca me había sentido tan discriminada por mi género. Ninguna de estas mujercitas que parecían todas peinadas, entintadas y maquilladas en los foros de TV Azteca (lacio acortinado, luces discretas, bisutería finísima coordinada con lo más discreto y conservador de Massimo Dutti), me dirigió el saludo por iniciativa propia. Pero fue peor, porque sus maridos, muy educados y atentos todos, tuvieron que llamarlas y hacer evidente el "descuido" cuando se siguieron de largo, mi amor, te estaba presentando a María, es prima de Pato. A ellas no les quedaba más que sonreír, ay perdón, mucho gusto, tomando a su marido de la cintura o del brazo para jalarlo a la brevedad. El lenguaje corporal y visual entre parejas "tan compenetradas" es clarísimo: ni se te ocurra ponerte platicador con esta zorra, cabrón. Así que ellos no atinaban sino a dirigir una mirada cortés y una sonrisa cada tanto, cuando ellas se distraían o se habían parado al baño. La que de mala gana prefirió sentarse a mi izquierda antes que permitir que su marido quedara a mi lado, me ignoró por completo la primera parte de la comida: esa de small talk en la que una deja escapar algún comentario cagadito (que esos sí se me dan, la verdad) como para cumplir y participar en la conversación general. Estoy segura que me oía, tanto que en más de una ocasión que su inocente esposo no pudo evitar reír, hasta volteó con cara de "no es chistoso" (incapaz de sintonizar con el grado moderado de sarcasmo que yo intentaba mantener bajo control). Cuando terminó la comida decidí intentar platicar directamente con ella, a ver qué tan grosera podía ser ante tres o cuatro balazos de puritita educación y buena onda. Respondió parca a mis preguntas de ¿y tú qué haces? y empezó a ablandarse cuando habló de su hijo y me mostré enternecida. No resistió el morbo y preguntó de regreso, ¿y tú trabajas?, sin entender nada de lo que le expliqué de mi trabajo de editora. Pero me veía atenta y su mirada se llenó de nostalgia cuando afirmé que yo no cambiaría por nada mi trabajo y la libertad y autonomía que me daba. Ya estuve donde tú una vez, namás que a mi no me gustó, le dije, y creo que no quiero volver a estar allí. Entonces sonrió y bajó la guardia.
Luego, a la hora del karaoke, me pidió que cantara una canción con ella, porque claro, su esposo no quería.
Yo no sólo me paré y canté la que ella quería, sino un montón de canciones horrendas (y otras francamente soberbias) con mi Primo Buena Onda, con la Roomie y con algunos de sus amigos y sus mujeres, que terminaban levantando sus amodorrados traseros para venir a cantar con nosotros, con tal de que ellos no estuvieran solos cerca de la peligrosa soltera más de la cuenta. Lo cierto es que al final me divertí muchísimo.

Deben haber sido los varios vodkas que traía encima, o que le estoy ganando la batalla al pánico escénico, seguro también tuvo que ver que era la única forma posible de pasarla bien, pero sobre todo, debió haber sido la felicidad que me daba no ser una de ellas.

Wednesday, April 02, 2008

En el mismo canal

Mi mamá dice que no hay quinto malo... (salvo que sea chino o negro, ja.)
Y que:
—...la vida da muchas vueltas, mi amor. Mira, el día de mañana se te voltea la tortilla y ¿qué haces? Porque, parece mentira, mijita, pero uno nunca sabe, ya ves que en ciudad de ciegos el tuerto es rey igual que en casa del herrero hay azadón de palo y que uno ve la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio. Así que vete con cuidado porque no hay pero que valga: estamos en casa del jabonero y aquí el que no cae, resbala. Entonces mi vida, como te digo una cosa, te digo la otra: las cosas no son lo que parecen... Mira, yo creo que estás tan dentro del bosque que no ves los árboles. Pian pianito, tiempo al tiempo. Las cosas caen por su propio peso.

Y alégale.

No, ya en serio, estuvo bueno el consejo de La Rubia Superior, porque yo ya andaba pensando fuera del recipiente y a dos de aplicar otra vez la de más vale aquí corrió que aquí murió.
Me recordó que aquí hay dos sopas y la de fideo ya se acabó. ¿Es su perro? ¡Que él lo bañe! Y también que a mi siempre me ha venido guango aquéllo de más vale pájaro en mano que ciento de vacilada y que prefiero que me agarren en curva pero en movimiento... Total, lo mando por las cocas y aquí no ha pasado nada, tan amigos como siempre o si de plano se pasó mucho de lanza, aplica la de si te he visto no me acuerdo. Y es que sí, verbo mata carita pero listo mata todo y eso al final del día, te brinca, no hay cómo sacarle la vuelta porque ¡todo cae por su propio peso!

¡Me encanta cuando nos agarramos la onda!