Good times for a change
See, the luck I've had can make a good man turn bad
So please, please, please…
Let me, let me, let me…
Let me get what I want this time.
Haven’t had a dream in a long time
See, the life I've had can make a good man bad.
So for once in my life let me get what I want
Love knows it would be the first time.
Love knows it would be the fiest time.
Mientras juego a ricitos de oro en su casa (sentada en su escritorio, usando su computadora, tomándome su café) e intento terminar de escribir mi columna mensual, interrumpen los Smiths y su letra se lleva hurtada mi atención cuando implora “por favor, por favor, por favor…” —que en inglés suena bastante más entrañable de lo que suena en español— “… permíteme obtener(tener) lo que quiero, esta vez.”
Una súplica (al amor, a él, pero sobre todo a mi) colmada de ilusión y una confianza rayana en la fe.
Casi fe.
Es cierto, no he tenido un sueño en mucho tiempo…
Y también es cierto que el amor es el único que puede saber, como yo, que esta sería la primera vez. La primera vez así, pues.
Y me dan ataques irrefrenables como de… valentía, o algo así.
Me dan ganas de quedarme aquí. Me veo redibujando sus pasos sobre esta duela cálida. Me dan ganas de regar sus plantas, de abrir las cortinas y de cocinar para él. De esperar sus manos tibias sobre mi cuello, de imaginar su recorrido despacito, despacito, hasta que llegan a mi espalda paciente… de esperar su mirada, ésa que sólo me da a mi.
Sopas. Todo parece indicar que estoy enamorada. Como hace mucho no lo estaba. Tanto que tengo dos opciones: pensar que ya había lo había olvidado, o sentir que nunca había estado así. Ok, claro que me había enamorado antes, vaya si lo hice... Pero —agárrense que ahí les va el cliché— creo que esta vez es distinto.
Por supuesto que me acosa el horroroso pensamiento de que puedo estar viendo(viviendo) esto bajo el influjo truculento y engañoso del enamoramiento contra el que tanto tiempo llevo conjurando “¡cruz, cruz!” Pero luego concluyo que todo lo vivido no puede haber sido en vano, que la experiencia, lo sentido, y lo no sentido también, deberían de ser referencias suficientes, si no para la mente (que suele hacerse muchas bolas), sí para las tripas, para que vibren e interpreten, para que intuyan con certeza la realidad y reconozcan la ilusión.
[Aquí es cuando aborrezco a mi cerebro guaterpartis. ]
Si sólo sentir esto que siento ahora mismo me llena el alma. Ni la más ruin de las ‘yos’ que conozco se merece que me lo niegue. He dicho.
Es la edad, pienso. Ahora ya se sabe. Se reconoce. Se recuerda. Se conoce uno mejor. Algún sentido tenían que haber tenido las búsquedas, los intentos, las historias, los cuentos, las infatuaciones, los desengaños, los duelos, los caminos que constan en esta bitácora.
Y como algo me dice que ya, que ya es buen tiempo, ando pensando que las pequeñas historias han de cerrarse, como las etapas, como los capítulos. Y que el capítulo que anteponía la duda a la posibilidad está por terminar con estas letras.
Gracias infinitas a los que pasaron por aquí. A los que se quedaron. A los que se fueron y a los que regresaron. A los que esperaron. A los que conozco y a los que no. Ha sido un gusto. Que aquí conste mi enorme cariño por cada uno de ustedes.
Hasta luego.
María
P.D. Seguramente nos volveremos a leer. Nomás faltaba.