Saturday, January 24, 2009

Tengo la piel cansada de la tarde

Hoy es uno de esos días...
Despierto a las 7, desayuno té inglés, pongo The Film Zone para hacer tiempo a que despierte el mundo en sábado y me ataca la nostalgia mientras dan una película que siempre quise ver. Una que por su título me recuerda a El Artista 1 y su changarro de entonces, que por su historia me lleva a los cariños entrañables de La Nena, y cuyo efecto en mi me restriega en las narices lo poco que falta para que cumpla años de nuevo.
Y claro, no es gratuito que estos días me sorprendan conmovida a cada rato por las memorias incluidas en mi ecléctico y humilde soundtrack, o que me identifique con aquello de que soy muy joven para sentirme vieja e irremediablemente mayor para sentirme joven.
A mis casi 34, cuando la mayoría de mis amigas tienen una vida hecha con marido, hijos, obligaciones y un plan bien trazado, para mí, a cambio de la estructura salva, hay una baraja abierta con cartas que prometen viajes, amores, canciones, letras, historias, estudios y hasta una casita a la orilla del mar... cualquiera de ellos me haría feliz y sin embargo a veces siento que agoto inclemente el espacio para almacenar más recuerdos.
Y entonces me pregunto si alguno de los que guardo realmente vale el espacio que ocupa.
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Mientras tanto, suena Zap Mama con la memoria del Artista 1 y las más bienintencionadas e ingenuas promesas de amor eterno que se han hecho por acá.
O el "Corazón" de Silvio que entremezcla en sus acordes mis más inexpertos besos con la intención de un prohibido sujeto de tocarla sólo para que yo la cantara.
O "Santeria" que me regresa intermitentemente a dos mares: primero a las tardes de Mazunte leyendo cartas de amor, tierra y libertad, y después a aquel amanecer rabioso, desesperado e impotente en el mar Caribe.
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Y cuando leo los mails del Artista 2, con su intensidad desbordada y urgente, me pregunto si estoy lista para jugar con él a enamorarnos y perdernos después. Si en verdad quiero empezar a guardarlo en mi memoria con el soundtrack que tan bien va construyendo para esta historia que está tan lista (ella sí) para empezar como para terminar.

También me pregunto con qué otros recuerdos, además de los de mi tempranísima infancia y los de las tardes olientes a linaza en su estudio —él pintando, yo leyendo—, se me revolverá la memoria cuando en unos años más escuche aquello de "Tengo la piel cansada de la tarde".

Friday, January 09, 2009

La leyenda de El Vocho Rosa

A Uri Waizel, en memoria de los aventones universitarios y del talismán que me heredó.

En la segunda parada que hicimos para cargar gasolina de camino a la Riviera Nayarit, El Pedazo de Animal me gritó: ¡Miraaaaaaa! ¡Un vocho rosaaaaaa!
Lo teníamos justo ahí. Frente a nosotras, estacionado afuera de la tienda, como esperando a que le pidiéramos nuestros deseos. Y para colmo de nuestra suerte, uno de los 4 tripulantes de nuestro vehículo era Abba, una perra hermosa que serviría para coronar el ritual petitorio. En ese momento recordé que debería de tener mucho cuidado al decidir mi deseo —o por lo menos resignarme a las consecuencias—, porque se me va a cumplir. Ya se lo advertí al Pedazo de Animal (que el Vocho Rosa no falla) pero me parece que no me acaba de creer. Total, que sin perder el rosado auto de vista, cruzamos índice y medio de la mano izquierda y formulamos cada una su deseo. Después buscamos el lindo rostro de Abba y lo ratificamos (funciona como cuando te piden que escribas dos veces tu password, es algo muy delicado). Entonces descruzamos los dedos. (Sólo para aumentar mi certeza, mientras escribo esta línea suena Here Comes the Sun. Tómala, María, ahora te aguantas).

Creo que me pasa lo mismo que con la novela, que ya vi el final (¡por fin!). Ya hasta lo escribí y todo (hoy me gusta mucho cómo quedó, no sé mañana), pero me falta el 80% de la consecución de los hechos (y su narración, ahí nomás) para llegar al capítulo donde insertaré ese texto.
Y el conflicto, de momento, no es otro más que saber que se va a poner igual de cabrón mi deseo que la novela. Intuyo que durante un buen rato no habrá más que partos de chayotes y uno que otro momento plenísimo, si bien me va. Pero ya qué. Ya me metí en esto y creo que no hay vuelta atrás. En realidad, sólo espero que no haya vuelta atrás.

Y sí, tengo que confesar que, no contenta con mi fortuna, hice una trampa. Qué digo una trampa, un trampononón. Me tomé una foto con El Vocho Rosa (de matices tornasol, que —osh— no se notan en la foto). Bueno, con Abba y El Vocho Rosa… ¡jaaaah! A huevo.
Me fabriqué my one and only “lámpara maravillosa” (o su equivalente en moneda corriente). Pero eso sí, como las estampitas de los santos (o al menos como debiera ser con ellas si de verdad alguien las respetara), sólo sirve para emergencias: San Vocho Nain-guan-guan únicamente atiende —de ahora en adelante— deseos que, de tanto esperar la aparición en vivo de un vocho rosa para ser pedidos, estén a punto de morir.