Saturday, September 11, 2010

Good times

Good times for a change

See, the luck I've had can make a good man turn bad

So please, please, please…

Let me, let me, let me…

Let me get what I want this time.

Haven’t had a dream in a long time

See, the life I've had can make a good man bad.

So for once in my life let me get what I want

Love knows it would be the first time.

Love knows it would be the fiest time.

Mientras juego a ricitos de oro en su casa (sentada en su escritorio, usando su computadora, tomándome su café) e intento terminar de escribir mi columna mensual, interrumpen los Smiths y su letra se lleva hurtada mi atención cuando implora “por favor, por favor, por favor…” —que en inglés suena bastante más entrañable de lo que suena en español— “… permíteme obtener(tener) lo que quiero, esta vez.”

Una súplica (al amor, a él, pero sobre todo a mi) colmada de ilusión y una confianza rayana en la fe.

Casi fe.

Es cierto, no he tenido un sueño en mucho tiempo…

Y también es cierto que el amor es el único que puede saber, como yo, que esta sería la primera vez. La primera vez así, pues.

Y me dan ataques irrefrenables como de… valentía, o algo así.

Me dan ganas de quedarme aquí. Me veo redibujando sus pasos sobre esta duela cálida. Me dan ganas de regar sus plantas, de abrir las cortinas y de cocinar para él. De esperar sus manos tibias sobre mi cuello, de imaginar su recorrido despacito, despacito, hasta que llegan a mi espalda paciente… de esperar su mirada, ésa que sólo me da a mi.

Sopas. Todo parece indicar que estoy enamorada. Como hace mucho no lo estaba. Tanto que tengo dos opciones: pensar que ya había lo había olvidado, o sentir que nunca había estado así. Ok, claro que me había enamorado antes, vaya si lo hice... Pero —agárrense que ahí les va el cliché— creo que esta vez es distinto.

Por supuesto que me acosa el horroroso pensamiento de que puedo estar viendo(viviendo) esto bajo el influjo truculento y engañoso del enamoramiento contra el que tanto tiempo llevo conjurando “¡cruz, cruz!” Pero luego concluyo que todo lo vivido no puede haber sido en vano, que la experiencia, lo sentido, y lo no sentido también, deberían de ser referencias suficientes, si no para la mente (que suele hacerse muchas bolas), sí para las tripas, para que vibren e interpreten, para que intuyan con certeza la realidad y reconozcan la ilusión.

[Aquí es cuando aborrezco a mi cerebro guaterpartis. ]

Si sólo sentir esto que siento ahora mismo me llena el alma. Ni la más ruin de las ‘yos’ que conozco se merece que me lo niegue. He dicho.

Es la edad, pienso. Ahora ya se sabe. Se reconoce. Se recuerda. Se conoce uno mejor. Algún sentido tenían que haber tenido las búsquedas, los intentos, las historias, los cuentos, las infatuaciones, los desengaños, los duelos, los caminos que constan en esta bitácora.

Y como algo me dice que ya, que ya es buen tiempo, ando pensando que las pequeñas historias han de cerrarse, como las etapas, como los capítulos. Y que el capítulo que anteponía la duda a la posibilidad está por terminar con estas letras.

Gracias infinitas a los que pasaron por aquí. A los que se quedaron. A los que se fueron y a los que regresaron. A los que esperaron. A los que conozco y a los que no. Ha sido un gusto. Que aquí conste mi enorme cariño por cada uno de ustedes.

Hasta luego.

María

P.D. Seguramente nos volveremos a leer. Nomás faltaba.

Thursday, May 27, 2010

Pesares y desvergüenzas

Tengo tantísimas ganas de ponerme a escribir aquí... de retomar este espacio... y justo ahora no puedo. No tengo tiempo. No tengo un segundo ni para estirarme.
Menos mal, porque dice el Jefe de Información de la redacción donde trabajo que el acto de estirarse no es aceptado socialmente, haga usted el favor. Pues para como anda de libertino el mundo pronto lo legalizarán, ya se vé, y pasará con los bochornosos estiramientos lo mismo que con los homosexuales (que ya se pueden ir casando libremente por ahí).
Y entonces sí podremos decir ¡qué modernos somos, qué barbaridad!

Chale, pues ya me tengo que ir. No me estiré, pa que no anden hablando mal de mi. A cambio me di unos minutos para escribir aunque fueran quejas por acá. Peor es nada.

Hoy me pesa como hace mucho no poder hacer lo que quiero por tener que terminar lo que debo.

Sigh.

Monday, May 24, 2010

Los cuentos que yo compro

Hace no mucho veía un documental de Cheers, la cagadísima serie ochentera de un bar en Chicago. Obviamente entrevistaron a Ted Danson (que hacía el papel de Sam Malone) que, entre casi pura babosada, de pronto soltó un balazo de sabiduría que ya no me dejó pensar en nada más: a los 35 es cuando te das cuenta de que ya no tienes 25, dijo.
Será que ya estoy ahí y por eso en estos días me ha caído —un poco como balde de agua fría— la realidad innegable de que ya no estoy chavita. Que no viene ni tantito al caso que me ofenda si en la calle alguien me dice "señora". Que hay cuentos que ya no me compro y lo más sorprendente: resulta que hay otros que vengo a decidir comprarme justo ahora que ya sé que son cuentos. Nomás por las puras ganas y la nostalgia. A sabiendas de que, como todo cuento, se acabarán o se revelarán y tendrán un final no necesariamente feliz.
Por eso llevo unos meses desconociéndome, sorprendiéndome de cómo han cambiado mis opiniones, de mi cabeza asentada, de mi frialdad... ¡Claro, no mames que ya no tengo 25!
Y en lo que me caía el veinte que llevo 10 años pensando que sí, dejé pasar todo este tiempo, instalada en una mal fundada confianza moza que se ha esfumado. El tiempo se evapora y cuando menos te das cuenta, llevas años teniendo una edad distinta de la que creías. Sopas.
Aclaremos, no es que me sienta vieja, ni acabada, es simple y literal: apenas me dí cuenta que hace 10 años que no tengo 25! Y 10 años no es poco tiempo.
La cosa es que tengo mucho que hacer y —como recién me enteré— el tiempo se va. Tal vez sea momento de considerar (sólo considerar, ja) echarle galleta... y cuidarme... y pasarla mejor... y hacer lo que me apasiona... y cuidarme.
Eso: cuidarme.
De pronto me asaltaron unas ganas incontenibles de hacer mucho ejercicio. Y de comer sano. Y de bajar de peso y verme bien linda y sentirme bien los últimos años de juventud que me quedan.
(Ajá, ése es uno de esos cuentos que por estos días decidí comprarme aunque sea cuento.)

Tuesday, March 02, 2010

ayer buscaba audios de Heidi para mi trabajo del radio cuando me di cuenta de que tengo muchas ganas de llorar como cuando era niña.
así, nomás de tristeza. sin tratar de explicármela. sin tratar de convencerme de las razones que tengo para ignorarla.
así, nomás porque me acuerdo de mi Nena y la extraño.
así, nomás porque hoy me duelen mi soledad, mi impotencia y mi desencanto.
así, sin tratar de ahogar el ruido de los sollozos para no llamar la atención y para seguir pasando por fuerte.
y ahora, mientras escribo en este blog que había abandonado por miedo a que hubiera dejado de ser mi refugio, mientras mis dedos se mueven sobre el teclado sin que mi cabeza medie en su coreografía espontánea, las lágrimas —¡por fin!— escurren fuera de mi.
justo hoy que elegí el negro, como ayer y como mañana porque tal vez sea buen tiempo de dejar salir al luto que traigo escondido desde hace tanto, de llevar los siete crisantemos (rojos, rojísimos) al cementerio y de despedirme.
otra vez.
otra puta vez.


Monday, January 04, 2010

causa sin azar, insomne y desahuciada

de madrugada no me veo claramente.
no entiendo mis estremecimientos bipolares.
bien de fuego, bien de nieve.
el frío me hace desvariar entre viejos acordes de guitarra y una aguda voz que me devuelve a los 19, cuando la lucha aún era romántica de tan platónica. porque encontraba en las fábulas de hermanos y las historias de causas y azares, un montón de revelaciones de una vida que apenas creía entender por referencias.
me lleva más lejos, más atrás: a la primera terrible decepción, a la muerte de una mascota, a las plegarias ignoradas, a la tarde que sin querer, dejé de creer como creen los cubanos: en ideales y utopías, esa tarde en que por vez primera cuestioné "las verdades" que me habían contado. la que precedió a la noche en que maldije todo lo sagrado y conocí la culpa.
y luego me lleva de nuevo a la postadolescencia que me sorprendió reprochándole a alguien la mirada constante y la sonrisa perfecta. sin que la intención fuera acomodar la lírica a mi historia, mejor aún: convencida que de alguna inexplicable manera, aquella canción no podía sino haber sido escrita para mi historia. cuando mi responsabilidad sólo era intensear.
hoy, en la búsqueda de claridad y congruencia los sueños en las noches de verano e invierno no llegan, no pasan por una puerta flanqueada por la angustia.
y pensar que apenas ayer parecía que todo iba a estar bien. que ver al perdón y la sangre volverse uno, bastaba para creer de nuevo, para esperanzarme, para sonreír de aquí al final del 2010.
no lo sé. quizá sólo esta madrugada no lo veo claramente.
quizá sólo esta madrugada siento mi causa perdida.