Sunday, December 28, 2008

Cinco, cuatro, tres...

ya se está acabando, ya no queda casi nada.
el 2008 se muere al fin y a mi me vienen estos ataques de nostalgia lerda que se me embotan en el ojo izquierdo. y arde. luego él y su compañero de la derecha lagrimean escasamente y la presión del ojo se divide para mandar una parte a mi garganta. y duele. ahí donde se me atoran los muertos y las ausencias. duele.
y namás faltaba que me diera cuenta para que el lagrimeo poquitero se pusiera generoso y el nudo de la garganta se convirtiera en un alien que se mueve, impaciente por soltarse.

Tuesday, December 23, 2008

Debo, no niego... Pago, va.

La noche del domingo pasado tuve un malviaje. Pensé que me iba a morir. Hace un par de semanas murió la mamá de un amigo querido en un accidente de carretera y eso ha de haber influido en que no pudiera sacar de mi cabeza la idea de que la siguiente vez que manejara en carretera, para lo que faltaban sólo unas horas, tendría un accidente del que no saldría viva.
Primero me extrañó la insistencia del pensamiento, después me asustó mi tranquilidad y al final me imaginé y concluí que esto era exactamente lo que debía pasarle a la gente que presentía su muerte. Y entonces, por un largo par de horas, no encontré motivos para dudar que todo apuntaba a mi irremediable fin: desde las emociones a flor de piel exaltadas por una noche negra —negrísima— y serena que sirvió de escenario para el quisquilloso repaso de mis historias y sus personajes, hasta los mensajes del fuego en la chimenea de una casa ajena y las reservas de una cama que desconoció a mi sueño.
Hoy, mientras más lo pienso, más me convenzo que esa noche (o a la mañana siguiente, pues) pude haber muerto. Porque me sentía en paz. Envuelta en una paz rarísima que nunca antes había sentido.
Y de pronto, entre decenas de clarísimas señales de que era mi última noche viva porque estaba libre de deudas con el mundo, entendí que esa liberación sólo espera, por el momento, que atienda mi deuda conmigo.
Por eso, amable (y necio y apreciado) lector, decidí no morirme en la carretera. Porque pues... ¿mejor me pago, no? Porque ya qué pena que me encuentro conmigo todas las mañanas —todísimas— y ya con qué cara me digo que no tengo...
Si lo único que no tengo ya son pretextos.
Afortunada —afortunadísima— mente.

Sunday, November 30, 2008

Cápsulas de tiempo

Desde que salió Heroes me ha dado por pensar en esto como una posibilidad "real": si a mí me dieran a escoger un súper poder, elegiría el de viajar en el tiempo. Aunque sí, estoy consciente de que las probabilidades de que pase son —llámenme loca— pocas.

Hace años, cuando nos reencontramos, un ex novio me preguntó si no teníamos una cápsula del tiempo. Como yo no sabía de qué me hablaba, me explicó la idea romántica de la cajita con recuerdos que se entierra en algún sitio significativo, en espera de que algún día, pasado mucho tiempo, regresen los enterradores a buscarla para hacer un viaje en el tiempo provocado por los sentimientos y recuerdos que quedaron allí guardados. No, no la teníamos. Me ardió que me confundiera con quién sabe cuál de sus novias, pero más me ardió no contar con ese ardid para recuperar, aunque fuera de forma "artificial" e inducida, parte de mi pasado de una forma vivencial y emotiva. Porque ah, cómo se apelmaza la memoria. O será que la información que vamos almacenando día con día en el disco duro sepulta cada vez más hondo los recuerdos valiosos de etapas importantes.

Este 2008 reencontré a alguien que cada que veo me regala un recuerdo chingón: desde mis ensayos con un tal Luis en su lanchón verde estacionado afuera de un bar coyoacanense, hasta las clases del CADAC en las que había que representar a un huevo estrellado. Tras estas pistas se me ha venido encima una avalancha de sueños y sonrisas que había ido dejando en el camino y que hoy quiero recuperar. Hoy que sé cuánto pesan las circunstancias y que hay que aprovecharlas cuando se acomodan a favor. O que de pronto vale la pena aventarse el tirito de hacer que se acomoden, sólo para no seguir acumulando abandonos que reprocharse a uno mismo, porque a estas alturas empieza a ser irresponsable perder más tiempo.

Es así que por estos días me tienta a cada rato la idea de hacer cápsulas del tiempo, porque hay cosas que no quiero que se me vuelvan a olvidar. Y entonces fantaseo con dejarlas en varios lugares, no necesariamente simbólicos, no sea que algo me vuelva a distraer y olvide que esos sitios significaban algo. Mejor dejarlas en lugares bien predecibles, como el último cajón de la cómoda de mi recámara de soltera en casa de la Rubia Superior, el "clóset prohibido" de la casa de mi hermana —que fue nuestro hogar de infancia—, o el compartimento que en mis armarios de los últimos cinco años ha ocupado media docena de cajas —unas de zapatos, otras de regalos, alguna más de whisky (¿por qué no?) y una lata de aluminio— con la memorabilia de mis historias entrañables. Historias en las que cartas, borradores, dibujos, poemas, u objetos comunes como encendedores, monitos, globos, dulces, trompos, boletos de cine, de conciertos, y otros por el estilo, significaron algo.

En fin, ahora lo que temo de enterrar mis cápsulas de tiempo por ahí, es que luego cuando las quiera sacar, me tope con la sorpresa de que les han construido casas o avenidas encima. O que se han podrido. O que las encuentre alguien más antes de que yo regrese a buscarlas.

Quizá más bien deba ejercitar mi memoria y darle un voto de confianza. Mi actual proveedor de recuerdos, por ejemplo, no guarda nada. Lo que le queda está sólo en su memoria, bastante selectiva por cierto, y con eso tiene. Y no está tan mal donde hasta le alcanza para compartir conmigo.

Como sea, yo , desconfiadota, no echo en saco roto lo de las cápsulas. Por lo menos en lo que alguien termina de construir la máquina del tiempo o a mi me dan mi súper poder de viajar en él a voluntad.

En tal caso, prometo sólo usar mi poder para ir a desenterrar mis cápsulas antes de que les construyan nada encima o me las gane algún gusano.

Friday, October 03, 2008

Confía, no confía, mucho, poquito, nada.

A propósito de sueños, hay dos en la vida que me han impactado muchísimo. Uno fue cuando acababa de entrar a la universidad, lo recuerdo claramente hasta la fecha y no se los voy a contar hoy. Ja.
El segundo fue la semana pasada, en Cuba, la noche que esperaba soñar con mi abuela y mi familia perdida.
En mi sueño estaba casada aún con El Artista. Felizmente, como siempre lo estuvimos hasta el día que decidimos divorciarnos. (El hecho de que ya casi nadie lea este blog me da la tranquilidad de que es poco probable que aparezca entre los comments la pregunta obligada de ¿por qué te divorciaste si estabas felizmente casada?) El caso es que veíamos la tele apaciblemente (parecía dominguito huevero), cuando yo recordé que tenía que ir a matar al gato. Entonces me levanté argumentando cualquier cosa y bajé en busca del animalejo. Primero agarré valor. Luego, que lo agarro de la cola y que agarro y que le empiezo a dar vueltas como pañuelo en concierto de Juanga, hasta que de tanto y tan fuerte movimiento centrífugo se le rompió la cola. Yo me quedé con un cacho de rabo en la mano y él se quedó con una pared pegada a su cuerpo guango. Después cayó al suelo, muerto, con la boca abierta dejando ver sus finos colmillos y escurriendo sangre.
Sí se ensució todo un poco, la verdad. Pero ya tendría que limpiar después, ahora era necesario subir al mullido nidito de descanso, o El Artista sospecharía. Subí. Terminamos de ver Microcosmos en Animal Planet y, en lo que me disponía a levantarme de la cama para estirarme un poco, mi marido ya estaba abajo y gritaba:
— Chaparraaaaaaa...
Chale, no limpié, se me olvidó y ya vio ahora al gato muerto y todo mi desmadrito, pensé medio agobiada.
— Baja, mira lo que pasó. Se murió el gato —dijo sin asomo de enojo.
Yo bajé y dije "¡Órale!" con un mal logrado tono de sorpresa, al tiempo que abría los ojos bien grandes. Todo estaba peor que como lo había dejado: ahora el cadáver yacía sobre un charco de sangre y sus salpicones rojos en las paredes, ya escurridos, se veían más escandalosos. Pero a él parecía no impresionarle, mucho menos darle motivos para pensar que la del gato no había sido una muerte natural.

Yo actué de lo más impasible. Decidí no levantar suspicacias en esta ocasión excepcional en la que El Artista no parecía dudar de mí. Tal vez fue para atesorarla. Tal vez para probar que sí era posible que él confiara en mí aunque —también por excepción— fuera un error.

Monday, September 29, 2008

Sueño de sangre cubana

Waldo nos lleva en su auto a la galería donde está la exposición de Duvier del Dago en Centro Habana. Su carrito ruso tiene 25 años, un Lasa pintado de verde ¿o azul? aguamarina. Se cae en cachitos cual bimbuñuelo y no tiene manijas para subir las ventanillas. Bueno, tiene una, que tomamos a turnos René, Natalia y yo para que no entre la lluvia mientras vamos por el malecón. Dice que hace poco lo compró, no con dinero —por supuesto— sino a cambio de una vajilla de plata que había pertenecido a su familia (una muy importante y respetada en Cuba) por décadas.
Cuando se lo contó a la nieta de Natalia (que es su prima y que ahora reside en México), la pequeñita sin muchas referencias de un país comunista simplemente no lo podía creer: fue a corroborar la información con por lo menos 10 allegados a la casa, antes de preguntarle indignada a Waldo cómo se le había ocurrido cambiar las “joyas de la familia” por semejante mierda.
Natalia toma con sabia gracia esa característica de los chicos de hoy, medio malcriados medio inconscientes. Ellos no saben lo que es un país comunista y no entienden la vida en él, dice. Sonríe resignada y empieza a recordar cómo fue su infancia en Cuba, sus veraneos en las fincas. Dónde, pregunto. En toda la isla, había en Camagüey, en Villa Clara, en Las Tunas, por todos lados, repone. En el 61, en los primeros años de la Revolución, sus padres partieron a México con ella y sus hermanos; se dedicó al periodismo y no se preguntó mucho más. Cae en su memoria la crisis de identidad y raíces que le vino 20 años después, cuando ellos murieron en un accidente y ella decidió recuperar su país, su familia, su pasado. Entonces regresó a la isla y la encarcelaron. 4 horas más tarde, ante la estirpe de su apellido, los oficiales no tuvieron de otra que dejarla libre. A su vuelta a México escribió y publicó un artículo sobre ese viaje. Le costó 6 años de castigo: el gobierno cubano le prohibió la entrada. Se disculpó, prometió no volver a escribir del tema, explicó que estaba reencontrándose y reconociendo. Cerca del 90, el régimen la perdonó y pudo volver de visita. Dejó el periodismo y se avocó a la promoción del arte cubano en el mundo.

Waldo nació después de la Revolución, ha vivido toda su vida bajo el régimen de Fidel Castro. Sin embargo, sí ha salido de Cuba: dos veces fue a México y una a Londres. Mientras hacemos un recorrido por galerías y estudios de artistas cubanos me habla de la obra de ellos: que Santiago Rodríguez es el único que pinta la santería desde una perspectiva filosófica y nunca folclórica, que la obra de Balkia está inspirada en la religión secreta de los Abakuás que no admite mujeres (por indiscretas y por las debilidades que propicia su sexo), que ya es bien difícil conseguir obra suya, que se suicidó hace pocos años, que apenas rebasaba los treinta. Y de ahí se sigue hablando de la soledad y de lo que inspira y marca el arte que se produce en Cuba, me dice: mira, te voy a dibujar la razón del arte que se hace aquí. Toma mi cuaderno, mi pluma y empieza un trazo que termina siendo la isla con su mar. Todo es agua alrededor, recalca. Creo entender: están tan ajenos a todo lo que pasa afuera que lo que hacen aquí no puede sino venir de dentro, de las tripas.
Me habla del miedo que tienen los cubanos al agua, al mar, dice que nunca van... que si te ahogas, que si te escapas. Por eso sólo van a la playa en julio y agosto, nunca se meten más de doscientos metros y no vuelven hasta el siguiente año.
Me cuenta que cuando era niño y su país contaba con el apoyo de la Unión Soviética, soñaba con ser astronauta y viajar a la Luna. No a Europa, ni a Asia, mucho menos a los cercanos e inmundos Estados Unidos. A la Luna. Lo dice y sé que piensa que es una ironía del tamaño de su isla.
Así somos los cubanos, ríe, si nos creímos esa, nos creemos todo. Nos gustan los ideales, las utopías, por eso yo me podría enamorar de ti en dos minutos, sólo porque quiero creer que eres lo mejor. Le digo que me esperaba cierta tristeza entre sus paisanos y que aunque puedo ver el desencanto, la tristeza nomás no aparece. Bueno, es que no nos podemos detener en el llanto, alega mientras por la avenida vemos el segundo camión cargado de refrigeradores que tienen 50 años funcionando a punta de remiendos. El gobierno ha decidido cambiárselos por unos chinos, que gastan menos energía. Así que puede entrar a sus casas y quitárselos.
Entre los enormes Fords de los 50 y 60 que circulan a nuestro alrededor me pregunta, ¿hueles? son motores diferentes, han arreglado estos autos a lo largo de los años, les ponen motores de tractor y usan un combustible distinto… cuesta menos, pero funciona, jah. Por eso es rara la mezcla de olores que despiden los motores en estas calles. Me quedo callada, oliendo, pensando, y él anticipa: mañana verás la obra de Sandra Romero y vas a entender por qué te digo que somos un país de sueños. Recuerda el mismo discurso, repetido una y otra vez a lo largo de su infancia: "el imperialismo se va muriendo, ya se va a acabar —prometía Fidel todos los días—, y un día vamos a progresar". Cuarenta años han pasado y Waldo aún espera ese día.

Mientras escribo desde una habitación inmoralmente lujosa en el hotel Saratoga de La Habana, pienso en mi abuela que era de Camagüey y en la familia que dejamos perdida en esta isla, en la sangre cubana que se me ha revuelto estos días, en la fuerza de espíritu de este pueblo que en medio de agua salada y desconcierto es capaz de encontrar el valor de la vida sencilla que en mi mundo se ha perdido, una vida que, carente y todo, apenas deja pequeñas rendijas para la entrada del desánimo. Y pienso también en mis sueños, desdibujados o redibujados por lo que dice “el mundo” que debo de soñar.

Sunday, August 17, 2008

¡Rojo!

Sí, ya está decidido. Al final el dilema fue más con el negro que con el gris. Pero yo no soy tan seria, ni tan sobria, ni tan formal, todavía.

Es extraño (o no) pero siempre me doy de frente con aquello de "ten cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad". Y es que hace sólo unos meses escribía sobre las edades y la posibilidad de que hubiera por ahí un hombre 'mayor' que me diera un par de zapes (con sus correspondientes besos) y me recordara que de lo que se trataba era de pasarla bien. Pues tómela, por habladora. Apareció hace poco tal cual lo describí en aquél post: maduro, con un par de matrimonios frustrados en su historia, suficientes canas e hijos propios (que me dan la tranquilidad de que no presionará para tener más), y las buenas intenciones de lograr que me deje querer. No deja espacio a mis caprichos, ni a mis cavilaciones, no es un niño indeciso. Sabe lo que quiere y lo pide claro. No me da juego para hacerme pato, darle largas o bailar con mis dudas y mis miedos. ¿Suena re bien, no? Lo único malo es que no estoy enamorada y que él, en esta prisa formal que trae, no me está dando tiempo de enamorarme como me gusta (o como me sale bien, al menos): despacito, sin querer queriendo. Y yo quisiera, de verdad que quisiera, pero no sé cómo. Ni siquiera diré en plan azotado que lo he olvidado, más bien admitiré que nunca lo he sabido.

Thursday, August 14, 2008

En chinga

¿Qué se supone que tendrían que hacer unos condones 'conmemorativos'?
a) Brillar.
b) Vibrar.
c) Aplaudir.
d) Su 'trabajo'.
e) Todas las anteriores.
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Algunas respuestas a dilemas pasados:
Coche.
Japonés.
Rojo.
O gris.
Ok, me falta ese detalle pero voy mejorando, ya hasta me aprobaron el crédito. Yes.

Por otro lado, mi voluntad de dejar de ser una egoísta de siete suelas no tiene —según se ve y se siente— ningún crédito. Osh.

Wednesday, July 30, 2008

¿Será melón o será sandía?

no me puedo quejar: de las veces que he tenido que tomar una decisión crucial, siempre ha sido por lo menos entre bueno y bueno.
la otra vez que recuerdo haberme sentido abrumada por la necesidad de escoger entre melón y sandía, melón era un novio al que adoré y me adoró (despite todo lo demás), y sandía era un futuro marido del que me enamoré lo suficiente como para decidir que sería el único hombre que dormiría en mi cama en lo sucesivo e imaginarme que esa condición podía ser perpetua. luego me sonó a cadena y ya no me encantó, pero ese es otro cuento.
hoy la circunstancia es distinta, pero me abruma igual. y aunque aquí la cosa no inmiscuye novios ni amores, implica un cambio significativo, caminos diferentes, destinos totalmente distantes.
y mi mente se va sin remedio a imaginar mis finales en universos paralelos determinados por mis elecciones.
luego —en paralelo, pero en este mismo universo— hay que elegir coche... ¿camioneta o coche? ¿coche o huevito? ¿chic o práctico? ¿capricho o necesidad? ¿rojo o negro? ¿plata u oxford? ¿estándar o automático? ¿italiano o japonés?
...y para rematar, decidir si me aviento a dedicar mis tardes-noches a un solo hombre, si estoy lista o más me vale asumir que soy una egoísta de siete suelas, una curiosa irredenta que aún no sabe dejarse querer y que no va a estar lista hasta que no haya una versión real del amor libre, libérrimo (aunque también puede que sean todas estas unas magnas chaquetas porque mi cabeza —con sentimientos entremezclados— explota en otro lado).
¿usted por cuál vota?

Sunday, June 22, 2008

Sobre profesiones, inconformidades y otras obsesiones

Sobre profesiones y eso... ésta es la parte de ser periodista que nunca me gustó. Odio las conferencias de prensa. No me cae bien haber tenido que levantarme a las 4 de la mañana para venir a una a Mérida. Esto de juntar a un bonche de gente para que divulgue lo que otro quiere, me pone medio malita. Seguro tiene algo que ver con la reticencia que me provocan las imposiciones. Nada nuevo. Es así, me puedes convencer por las buenas de lo que sea, pero si intentas imponerme cualquier nimiedad ten por seguro que me pondré punk, lo siento, no lo puedo evitar.
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Mi mamá contaba mis 33 (y otros 2 hijos) en el primer recuerdo que tengo de ella. No me dejaba ir a casa de la vecina que quería festejarme mi tercer cumpleaños. De La Rubia Superior sólo recuerdo esa restricción, pero no recuerdo su imagen, su cara. De ese mismo día, sí tengo en la memoria imágenes de Mi Mejor Cómplice.
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Llegué al Centro de Convenciones a las 8. Pasan de las 10 y la presentación-conferencia nomás no empieza... y ya me quiero iiiiiir (berrinche, con pataditas y todo).
Los periodistas chacoteros ya se hicieron 'amiguis'... son como 5 y ya apañaron, obvio, la mesa más cercana al buffet de bocadillos rascuaches (y café quemado) y a las 4 chiquitas de carcajada fácil de la comarca. La verdad, ellos vistos de lejos no parecen ni graciosos ni listos, y sin embargo, ellas sueltan intermitentemente escandalosas risotadas en estampidas de mal gusto. Ellas, desde luego, tampoco parecen listas. Eso lo explica todo.
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Por fin entramos. La presentación está lejos de ser una conferencia de prensa, hay como dos mil invitados. Vienen gobernadores de otros estados y todo. Es a lo grande grande, vamos, con pantallas de leds y orquesta sinfónica.
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La gente está realmente emocionada con que esto vaya a pasar. "Esto"meaning el concierto de Plácido Domingo en Chichén Itzá. Están bien orgullosos. Debe ser también una onda medio provinciana. Pasan cosas que ya no pasan en la ciudad de locos donde vivo. Por ejemplo: llega la gobernadora y todo el mundo se pone de pie, como cuando los novios recorren el pasillo de la iglesia en una boda. En DF si alguien se levanta cuando llega Ebrard es para gritarle mentadas o aventar huevazos.
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Edith González, después del 'escandalillo' de la paternidad de su hija aceptada por Santiago Creel, está aquí como maestra de ceremonias del evento y ahora resulta que ya no es rubia, sino que va por la vida de brunette. Como Carrie Bradshaw que en Sex and the City decidió cambiar de look para que ya no la reconocieran después de que la plantaran en su boda y de salir en una edición de Vogue que balconeaba el plantón. Con la diferencia de que a la González ni le prometieron boda en la que la pudieran plantar, ni la sacaron en la Vogue (a lo mucho en Caras).
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En la última fila de la orquesta hay un chico guapo que toca algo así como el trombón y comenta divertido con su colega de la derecha mientras los presentadores —también está Juan Ferrara— dicen que el concierto de las mil columnas..., que Plácido Domingo: el mejor artista de todos los tiempos (y yo pienso qué exageración)..., que el escenario Chichén Itzá: maravilla del mundo mundial... Y de pronto casi sin darme cuenta le cambio al Discovery Channel y de ahí paso al recuerdo de mi luna de miel en la Riviera Maya. El Artista y yo, con sede semanal en Playa del Carmen, rentamos un tsurito para recorrer la riviera a capricho. Uno de los míos era, desde luego, ir a Chichén Itzá a conocer el Cenote Sagrado. ¿Por qué? Porque de chavilla, cuando tomaba ballet, me pusieron una coreografía cuya historia era la de una doncella virgen que iba feliz al sacrificio de aventarse al Cenote Sagrado de Chichén Itzá. No, no sé quién la inventó ni qué se metió para hacerlo. La cosa es que yo entonces me lo tomaba muy a pecho y luego, mas crecidita pues me dio curiosidad conocer el mentado lugar. Ese día paseamos con toda la calma del mundo, tomamos fotos, subimos a algunas pirámides, vimos al Chaac Mol, entramos a alguna tumba estrecha y húmeda, vimos en ella arañas espantosas y se nos fue el día en eso. Sólo nos faltaba el cenote y cuando le recordé a El Artista que había que verlo antes de irnos, salió con que, ay chaparra, ya vimos muchos, ha de ser otro agujerote como los demás, ¿no? igual tantito más grande, pero lo mismo al fin y al cabo. Y nos fuimos porque ya empezaba a llover. Y yo que alguna vez en azote adolescente fantaseé con el suicidio digno y glorioso en el que me aventaba a ese, no a otro, a ese cenote que sigo sin conocer.
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Ahora sólo me aventaría al trombonista. Sin virginidad ni inocencia que ofrecerle.
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En el cartel del evento aparece Plácido Domingo con el pelo castañísimo y apenas unas canas en sienes, barba y mostacho. Pero en el video que nos acaban de poner —que debió grabar hace unos días para esta presentación— sale con una cabellera blanca que le queda bastante mejor a sus años.
Dudas:
a) ¿Se pintará el pelo para el concierto?
b) ¿De cuál color?
c) ¿Estará muy mal preguntar eso en la sesión de preguntas y respuestas para prensa?

Postal

Madrid, 6 de junio de 2008.

Nenita:

Este es el Madrid del que tanto te conté y ahora por fin compartes conmigo. El de las tardes de verano y terrazas de sol a las 8 de la noche. Éste al que corro cada tanto para desenmarañarme las tripas y el cerebro cuando la vida se me viene encima, cuando se me enredan los sentimientos y no sé muy bien para dónde seguir.
Vine porque necesitaba encontrar espacios y momentos y pretextos para sonreir, para acordarme de más motivos por los que, como dice la Venegas, merece la pena vivir.
Te cuento que por aquí la vida de los que queremos va bien. Ani está contentísima, esperando un bebito y publicando libros y Laura, como siempre, es feliz a su sabio modo. Ana, Rafa y Emi están más repuestos de su pena. Y sin embargo, a todos ellos les ha dado tristeza saber que te has ido.
Esto de tu partida ha sido fuerte... muy fuerte para mi. Fuiste una madre y una gran maestra, además de mi mejor cómplice. Así que sí, a ratos no llevo bien tu pérdida. Sé que lo sabes. Y no sé... también me gusta pensar que estás ahora más cerca de mi. Que vienes conmigo a donde voy y que puedo hablar contigo todo el tiempo.
Te escucho muchísimo, ¿sabes? Sólo que aún no me hago a la idea de ya no poder verte, tomar tu mano en silencio. Recostarme en tus piernas y quedarme dormida mientras tú juegas con mi pelo. Me hubiera gustado hacerlo más a menudo, pero me dolía verte. Fui cobarde y egoísta y no podría decir con palabras cuánto lo lamento ahora. Sé que lo sabes y sé que me perdonas porque no he conocido a nadie más bueno ni más sabio que tú.
A últimas fechas pasábamos gran parte de nuestro tiempo en silencio, ¿te diste cuenta? ¿Será que ya nos habíamos dicho todo? ¿Que ya no necesitábamos hablar? Por lo menos, no a lo loco, no por llenar el aire, o por aligerar el tiempo. Sabía que sabías, y sabías que sabía. Bastaba con que tomaras mi mano, bastaba con echarme a tu lado y quedarme ahí, calladita, horas.
Sé de la prevalecencia del alma sobre el cuerpo, pero echaré de menos tus ojos, tu sonrisa, tu hablar irregular y tus amorosísimos consejos. Aunque sepa que esos los llevo en mi y que vienes conmigo, ahora si, a donde sea. Creo que me llevará un rato acostumbrarme. Pero tampoco te preocupes, que voy a estar bien. Y otra vez, sé que lo sabes.
Mientras te-nos-regalo un pedacito de canción:
I believe in you and me.
I'll come and find you
If it takes me all night.
Run until you make it right
And I won't forget you,
At least I'll try.
And run, and run tonight.
Everything will be alright
Everything will be alright
Everything will be alright
Everything will be alright
Everything will be alright...
Tomo tu mano, me recuesto y me quedo así ya, calladita, con todo el amor y el agradecimiento que me cabe en el alma. Porque no hace falta más. Porque tú y yo sabemos.

Monday, June 02, 2008

Ganar vidas

Este barrio, según me cuenta mi queridísima amiga, la Doctora Ilustre, es un híbrido de inmigrantes chinos, bolivianos, y rincones de la España profunda.
En el bar de enfrente, por ejemplo, todas las tardes de entre semana está lleno de viejos que juegan al dominó entre canas, chatos, cañas, y cada vez menos humo de cigarro. Como es de unos bolivianos, los fines de semana sólo van compatriotas y se escucha música andina.
En el tercero de nuestro edificio vive sola, encerrada, una viejita que lleva sin salir de casa algo así como 5 años, y unos 2 en cama. Y luego aparentemente -también me cuentan- ni siquiera es que esté tan mala, ni tan mayor. La cosa es que la señora que atiende la miscelánea de enfrente, le lleva a diario comida. Hoy que me la señaló mi amiga, mira, la señora a tu izquierda es la que le sube de comer todos los días a la del tercero, pensé que seguro la pobre del encierro está mejor conservada, aunque también es casi seguro que sonría menos.
En el último hay un viejillo solo que se dedica a beber, namás. Ya he sido informada de que alguna de estas mañanas lo encontraré tirado en el portal, y que la consigna es, si respira, no molestarlo.
A los 'frikis' que pasan por la calle, por interesantes que parezcan, no hay que mirarlos de más. Sólo a uno, al del barrio que ya es conocido, el de la bolsa del Corte Inglés llena de lo que sea (como si son dedos de quién sabe quién), a ese hasta se le puede saludar. O no.
Pero la mejor de las historias es la de los chinos que trabajan ganando vidas en el café internet de enfrente. El letrero del local está en chino -chinísimo- y sólo hasta abajo, en letras chiquitititas -como las de los contratos trácalas-, dice Internet. Y sólo entran chinos, adolescentes en su mayoría. Y la puerta de entrada permanece cerrada. Y cada que sale uno, tras unas once horas de estar allí dentro, la vuelve a cerrar. Se rumora en el barrio que estos chicos se dedican a jugar videojuegos de esos muy cabrones en los que tienes que tener un montón de vidas acumuladas para subir de nivel y poder algún día llegar al final. También dicen que los gringos, como son idiotas, llega un momento en que prefieren comprarlas porque les resulta imposible ganarlas. Así que estos chinitos avecindados en el centro de Madrid, trabajan turnos de once horas ganando vidas que sus empleadores venden a todo aquel yanki que lo solicite electrónicamente, en cantidades suficientes para que el tráfico de vidas de videojuegos sea negocio.

Vaya cosa, y una que namás con preocuparse por no perder la propia en pendejadas, ya tiene.

Friday, May 16, 2008

Ando volando bajo

Bajísimo.
Mi Mejor Cómplice se fue.
Y yo namás no encuentro fuerzas pa nada. Ni para dejar de llorar ni para pensar ni para no pensar. Ni siquiera para escribir todo esto que traigo revuelto de una forma que la honre, que honre su vida y su entrega en la justa medida.

Sunday, May 04, 2008

Los años y las crisis

Una amiga a la que quiero mucho me contó del "chico" con el que sale. No es tan chico en realidad, tiene 50 años. Que si nos ponemos a ver que ella tiene 36, pues tampoco es una diferencia como para que una diga uyuyuy. No es para tanto. ¿O si? Yo digo que no. Además, recién he tenido más de una confirmación del refrán ese que te vaticina amanecer mojada (and not as good as it sounds) si te acuestas con niños. Aunque una piense que qué va, que es un prejuicio eso de la edad, que ¿qué más da que apenas arañen los 30?, que seguro ya no se hacen en la cama, fresh news: sí se hacen.

Claro que eso no es alentador y por lo mismo, nada garantiza que a los 50 dejen de hacerlo, vamos, ni siquiera que algún puñetero día dejen de hacerlo. Y luego, ya de muy viejitos, pues supongo que la probabilidad de incontinencia nocturna sólo aumenta. Así que posiblemente, es más, muy probablemente, estemos jodidas.

Whatever. La cosa es que el caso de mi amiga me alentó a pensar que una relación con un hombre de esa edad podría no estar tan mal porque a los 50 ya pasaron por la crisis de quéhagoconmivida, por la de nomequierocomprometer, por la de quétalquesoygay, por la de nomehallo (en su primera, segunda y tercera versión), por la de ahoritasóloquieroechardesmadre y por la de lasquieroalasdos, entre otras tantas. Seguro de jodido habrán pasado por un divorcio y una o dos separaciones; en el mejor de los casos ya tendrán hijos y también habrán sobrevivido a las crisis de todavíanoquieroniños, de laperdíyasóloatiendealchamaco y, por fortuna, las broncas de loschicosestánrodeadosdesexoydrogas, quévamosahacerconlosmuchachos y ahorahayquepagaruniversidades le habrán tocado a otra.

Mi gran esperanza está en que quizá para esas alturas ya no quieran más crisis. No que no las tengan, acotemos, sólo que ya no estén dispuestos a darles la coba de antes. En una de esas, ya las vivirán más naturalmente y fluirán con ellas. Y de paso, dejarán que su relación de pareja coexista y fluya también sin mayor complicación, con problemas normales y soluciones normales, en una dinámica de día a día que no se atormente con la expectativa del futuro perfecto.
Igual y ahí está la onda, tal vez lo que necesito es un cincuentón al que le vengan guangas mis crisis de noerestúsoyyo, de nosoyyoerestú, de noestoylista, de tengomiedotengomiedo —sí, como el del video del alcoholímetro—, de necesitotiempoparami y cualquier otra que me invente... Uno que me dé dos zapes, un besazo y me diga: déjate de babosadas y vamos a pasárnosla bien.

Tuesday, April 22, 2008

Been there, done that

Me fui de fin de semana a Valle de Bravo. Como las señoras que tienen un marido que "las mantiene bien" y por eso se ven obligadas a acompañarlo a su torneo de golf.
Yo sólo tengo un Primo Buena Onda que me invitó a jugar al spa y esas frivolidades mientras él jugaba a las suyas e intentaba convencer a Mi Roomie Consentida de andar con él.
De los masajes, sólo tratamos el sueco y el thai, yo me quedé con ganas de un shiat su. Luego al vapor seco (donde tiré mis aretes y por buscarlos rompí el chic piso de tiritas de madera. Nadie se dio cuenta, no digas nada, ordenó Roomie, mientras verificaba en la puerta que no hubiera nadie cerca al tiempo que yo hacía un discreto e invisible remiendo), luego al jacuzzi frío (con cascada), luego al caliente, luego al frío otra vez. Una manzana verde, un suspiro, una sonrisa al oír "cortesía de su primo" y de ahí, a pagar el precio.

Hubiera sido una grosería declinar la invitación a la comida de cierre del torneo, donde dan los premios y hacen las rifas. Donde las señoras esposas de sus amigos hacen un enorme esfuerzo por parecer jóvenes madres de familia felices de formar parte de ese mundo de actividades esnob de sus maridos. Se sonríen entre dientes mientras critican sus vestidos, sus jeans con trampa, sus tintes, sus bolsos y sus sobrepesos y tratan a toda costa de salvar sus matrimonios. Tan endebles, suponemos, que los ven amenazados por la simple presencia de la única mujer soltera del evento: moi —la Roomie ya estaba más del lado del noviazgo que del de la soltería—, of course. Y debo decir que no iba echando tiros, ni con un escotazo loco o algo por el estilo, además tampoco soy el tipo de mujer-escándalo que acapare miradas, la verdad. Lo cierto es que por más que me arreglé, no pude evitar desentonar por completo y supongo que eso terminó por llamar la atención: mi pelo corto en capas disparejas, mi tinte rojo violento, mis cueritos e hilo rojo en donde debía haber doradas pulseras, mis gafas de armazón de pasta mitad negras- mitad verdes, y mi libre lenguaje de carretonero (súper moderado, lo juro), me delataron. La cosa es que nunca me había sentido tan discriminada por mi género. Ninguna de estas mujercitas que parecían todas peinadas, entintadas y maquilladas en los foros de TV Azteca (lacio acortinado, luces discretas, bisutería finísima coordinada con lo más discreto y conservador de Massimo Dutti), me dirigió el saludo por iniciativa propia. Pero fue peor, porque sus maridos, muy educados y atentos todos, tuvieron que llamarlas y hacer evidente el "descuido" cuando se siguieron de largo, mi amor, te estaba presentando a María, es prima de Pato. A ellas no les quedaba más que sonreír, ay perdón, mucho gusto, tomando a su marido de la cintura o del brazo para jalarlo a la brevedad. El lenguaje corporal y visual entre parejas "tan compenetradas" es clarísimo: ni se te ocurra ponerte platicador con esta zorra, cabrón. Así que ellos no atinaban sino a dirigir una mirada cortés y una sonrisa cada tanto, cuando ellas se distraían o se habían parado al baño. La que de mala gana prefirió sentarse a mi izquierda antes que permitir que su marido quedara a mi lado, me ignoró por completo la primera parte de la comida: esa de small talk en la que una deja escapar algún comentario cagadito (que esos sí se me dan, la verdad) como para cumplir y participar en la conversación general. Estoy segura que me oía, tanto que en más de una ocasión que su inocente esposo no pudo evitar reír, hasta volteó con cara de "no es chistoso" (incapaz de sintonizar con el grado moderado de sarcasmo que yo intentaba mantener bajo control). Cuando terminó la comida decidí intentar platicar directamente con ella, a ver qué tan grosera podía ser ante tres o cuatro balazos de puritita educación y buena onda. Respondió parca a mis preguntas de ¿y tú qué haces? y empezó a ablandarse cuando habló de su hijo y me mostré enternecida. No resistió el morbo y preguntó de regreso, ¿y tú trabajas?, sin entender nada de lo que le expliqué de mi trabajo de editora. Pero me veía atenta y su mirada se llenó de nostalgia cuando afirmé que yo no cambiaría por nada mi trabajo y la libertad y autonomía que me daba. Ya estuve donde tú una vez, namás que a mi no me gustó, le dije, y creo que no quiero volver a estar allí. Entonces sonrió y bajó la guardia.
Luego, a la hora del karaoke, me pidió que cantara una canción con ella, porque claro, su esposo no quería.
Yo no sólo me paré y canté la que ella quería, sino un montón de canciones horrendas (y otras francamente soberbias) con mi Primo Buena Onda, con la Roomie y con algunos de sus amigos y sus mujeres, que terminaban levantando sus amodorrados traseros para venir a cantar con nosotros, con tal de que ellos no estuvieran solos cerca de la peligrosa soltera más de la cuenta. Lo cierto es que al final me divertí muchísimo.

Deben haber sido los varios vodkas que traía encima, o que le estoy ganando la batalla al pánico escénico, seguro también tuvo que ver que era la única forma posible de pasarla bien, pero sobre todo, debió haber sido la felicidad que me daba no ser una de ellas.

Wednesday, April 02, 2008

En el mismo canal

Mi mamá dice que no hay quinto malo... (salvo que sea chino o negro, ja.)
Y que:
—...la vida da muchas vueltas, mi amor. Mira, el día de mañana se te voltea la tortilla y ¿qué haces? Porque, parece mentira, mijita, pero uno nunca sabe, ya ves que en ciudad de ciegos el tuerto es rey igual que en casa del herrero hay azadón de palo y que uno ve la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio. Así que vete con cuidado porque no hay pero que valga: estamos en casa del jabonero y aquí el que no cae, resbala. Entonces mi vida, como te digo una cosa, te digo la otra: las cosas no son lo que parecen... Mira, yo creo que estás tan dentro del bosque que no ves los árboles. Pian pianito, tiempo al tiempo. Las cosas caen por su propio peso.

Y alégale.

No, ya en serio, estuvo bueno el consejo de La Rubia Superior, porque yo ya andaba pensando fuera del recipiente y a dos de aplicar otra vez la de más vale aquí corrió que aquí murió.
Me recordó que aquí hay dos sopas y la de fideo ya se acabó. ¿Es su perro? ¡Que él lo bañe! Y también que a mi siempre me ha venido guango aquéllo de más vale pájaro en mano que ciento de vacilada y que prefiero que me agarren en curva pero en movimiento... Total, lo mando por las cocas y aquí no ha pasado nada, tan amigos como siempre o si de plano se pasó mucho de lanza, aplica la de si te he visto no me acuerdo. Y es que sí, verbo mata carita pero listo mata todo y eso al final del día, te brinca, no hay cómo sacarle la vuelta porque ¡todo cae por su propio peso!

¡Me encanta cuando nos agarramos la onda!

Friday, February 29, 2008

Moving, moving, moving

Hace un poco más de dos años que me mudé a vivir sola a mi departamentito de San Jerónimo.

El lunes pasado mientras decía salud con el dulce Changüis, Mi Banda y La Adelita pretextando su cumple, me dí cuenta de que justo en esa fecha se cumplían también tres años de mi incursión al medio editorial. Y brindé con una sonrisota.

Y sí, cuando llegué a este mundillo, pedía a gritos desgañitados estabilidad después de un par de años de vivir en el zangoloteo inclemente... Y me emocionó encontrar un nicho profesional que adoptar. Y me gustó lo suficiente para decidir echar raíces.

Hoy sólo siento que las raíces no deberían estorbar para que uno continuara en movimiento. En sano movimiento, quiero decir.

Y lo siento. Ya viene. Todo empezó con una mudanza hace un par de semanas, de regreso a la fábrica de pasteles. Lo que sigue está por verse.

Fumando (poco) y haciendo espero. Con los ojos bien abiertos y las ganas bien preparadas.

Saturday, February 23, 2008

Salud mental

Uno no puede ir por la vida de cool todo el tiempo.
Ni es sano, ni es cierto.

Así que no, no soy cool.
Estoy enojada.
Y triste.
Y habrá quien me llame insensata por darle luto a una ilusión de 21 días. I shouldn't care.

Todo depende de desde dónde se vea. 21 días en realidad quizá no sumen más de 36 horas, unas virtuales, otras diluídas en fibra óptica y las menos, de observación directa de una mirada que apenas recordaré en un mes. Así es esto de la matemática del tiempo relativo cuando una se topa con alguien entrañable. O bien, cuando una necea en darle la cualidad de entrañable a alguien, nomás por el apetito de ilusionarse.

Es sólo que esta vez pensé que podía ser, que traté de quitar las manos, que me dejé convencer de no correr cuando aún era buen tiempo. ¡Con lo bien que me sale, carajo! Y puedo entender el mal timing, y la depresión (vaya si puedo)... Pero ¿de qué se trata involucrarse si no de compartir, y de estar, y de conocer lo malo y lo bueno? ¿Qué no se suponía que si con todo y todo uno decidía quedarse, ahí estaba lo chido? Tampoco es que me arrepienta pero ¿a quién chingados le gusta sentirse decepcionado?
(Y mientras, suena...:
It seems to me that "maybe",
It pretty much always means "no"
So don't tell me you might just let it go.
And often times we're lazy
It seems to stand in my way
Cause no one, no, not no one
Likes to be let down...
*Flake/Jack Johnson
)

El Gran Maestro (como le gusta ser llamado al Cabrón de mi Terapeuta, al que quiero y respeto enormemente y al que también le encanta que le reconozca su altísimo grado de cabronería) me había encargado que me tatuara en la teta izquierda que no importa lo que uno dice, siente o piensa, sino lo que hace. Lo había olvidado. Y para ser franca, ahora que recuerdo esa lección, no leo en TS más que contradicción. Ah, la puta depresión. A saber... La verdad es que ni siquiera lo conozco.
(Y ahora, fuck, suena...:
She's got a whole lot of reasons
She can't think of a single one
That can justify leaving
and he got none but he thinks he got so many problems
Man he got, too much time to waste...
*Bubble Toes/Jack Johnson
)

Para colmo, como dijeran las abuelitas: hay que ver lo que son las cosas. Con todo y el shuffle a toda pastilla y sus más de 5900 rolitas, mi YoPod insiste en tocar a Jack Johnson con todos estos mensajes de ultratumba emepetresera.
Así que mejor me dispongo a hacer mi propio mourning soundtrack y comparto otra rolita de azote-no-chido pero muysanomuysanomuysano para mi frágil salud mental, a ver si así fluye y sale por fin de mi sistema todo hecho bolas: Hide and Seek/Imogen Heap

PD. Otra vez mentí: sí puedo entender la depresión, pero el mal timing nomás no.
Me caga, me caga, me caga.

Sunday, February 17, 2008

Debería

Hay tantas cosas que debería hacer...
Una es no azotarme, ya lo había dicho.
Nomás que hoy aaaagh, me está costando trabajo. Mierda.
Debería agarrar mi (tu, ya lo sé) guitarra y ponerme a tocar como loquita, como ayer, aunque no suene bien, aunque la cejilla me siga sonando ahogada, aunque los dedos se me entuman y se me bote el barniz chic de las uñas. Como ayer, con el único afán de no entumirme yo, de no ahogarme yo.

Acabo de ver Juno. Está bien buena. (Quiero el soundtrack). Me conmovió. No sé qué más, si los huevotes (disfrazados de inconsciencia) de una niña de 16 años pa tener un hijo, o su idea bien fresca y bien ingenua y bien linda del amor según decía su papá: que es cuando te encuentras a alguien que te quiere no matter what, y que ése es el que hay que tratar de conservar. En realidad creo que no hablaban del amor como tal, sino de una relación duradera. Ya ponerle nombre es cosa más difícil.
Yo, a mis flamantes y recién cumplidos 33, carezco de huevos tanto para una cosa como para la otra. Y me siento tanto más vulnerable que Juno. Será por tanta conciencia. Al final pienso que no sirve de gran cosa.
Paso de crushes absurdos a mala del cuento en dos segundos y, lo juro, no sé cómo lo logro. No está chido.
El Señor de los Relojes dice que sólo lo usé. Yo digo que dramatiza. Él parece haber entendido que no respondo a sus chasquidos de capricho. Yo sé que no me gusta.
El Ex Novio Prohibido dice que he roto por completo su esquema sobre nuestra relación. Yo digo que tergiversa. Él sigue preocupado por que yo no le cause problemas. Yo me sorprendo de lo mal que me conoce.
Twisted Smile simplemente se esfuma. No dice nada. Y yo vuelvo a sentir ese vacío en la boca del estómago que me enferma. Y sé que no es para tanto, siempre sé que no es para tanto. Si sólo nos estábamos conociendo. Respiro. Intento. Me acerco. Igual sólo es mi paranoia, igual sólo mis miedos, igual sólo exagero. No. No hay respuesta, aunque parezca que si. Mi imaginación, que me hace inventar lo que no me dicen (disculpa el plagio, weirdo), me cuenta el final del capítulo: No soy yo, eres tú, dice en mudo.
Como en gag de sitcom.
Debería darme risa.
Pero no, hoy no me da.

Wednesday, January 30, 2008

El fin del mundo

Sí, ya. Coincido: qué hueva con las intensidades.
Y aún así, de pronto —aunque una se decida a mandarlas lo más lejos posible— aparecen sin invitación, sin aviso y a horas totalmente inaceptables en un manual de buenas maneras.
Esta madrugada, por ejemplo, soñe con el fin del mundo. Así como lo leen: con el mismísimo fin del mundo.
Iba yo en mi dulce coche con mi no-dulce hermana por el periférico. Al subir al segundo piso, a la altura de molinos, sólo alcancé a ver cómo todos los edificios de alrededor (todos es: los reales y los que sólo existían en mi sueño) empezaban a derrumbarse. Obvio, el segundo piso no tardaba en caer estrepitosamente y nosotras con él. Lo pude ver en mi mente segundos antes de que sucediera (¿alguien me explica cómo pasa esto en un sueño? tienes una imagen en la mente y ves otra imagen dentro de la mente de la primera imágen... y así... ) y alcancé a decirle a mi hermana que se pasara del otro lado.
Como en escena de Earthquake remixeada por Spielberg, todo fue caos: la caída, golpes, el coche hecho mierda, más edificaciones cayendo, gente saliendo de entre los escombros... Mi hermana y yo logramos salir del auto por la única portezuela libre, que era la mía. Ella sugirió que nos quedáramos a ayudar, o a morir (según se vea). Yo, egoísta, decidí que era mejor correr a algún sitio donde estuviéramos a salvo (su casa, por ejemplo) y volver luego, cuando terminara el desmadre, entonces sí a ayudar. ¡Qué angustia, qué cosa! Luego, en casa, ella se preocupaba porque había dejado mi auto (todo jodido) "ahí tirado así nomás", con mi computadora y los papeles del seguro adentro. Como si el seguro me fuera a pagar mi coche ¡¡¡en pleno Fin del Mundo!!! ¡¿Qué dijimos de intensear?!

El New Boss dice que mi sueño quiere decir que no estoy conforme con la estructura (o no-estructura, en este caso) de mi vida-mundo, y que me urge (consciente o inconscientemente) cambiarla. Su sentencia es que eso va a pasar lo quiera o no (NO el Gran Terremoto del Fin del Mundo, tranquilos, sino la sacudida a mi estructura-no-estructura, que nomás me pega a mi). Su advertencia final hasta sonó como una amenaza, amable, pero amenaza:

—Aguas, házle caso porque eso te viene de 'abajo' (quiero pensar que se refería a las profundidades de mi psique) y aunque no quieras o te falten huevitos para hacerlo tú sola, inconscientemente estás por provocarlo.

Luego se rió el muy cabrón. Se rió mucho.

Por lo pronto, aterrada, yo empiezo a ver señales a mi alrededor:
• Mis amigos acaban de cancelar el viaje de puente con que festejaríamos mi cumple...
• Mi madre (mejor conocida como La Rubia Superior) dice que no está dispuesta a aceptar que tenga un novio negro ni chino. Por supuesto, de una novia —del color que sea— ni hablar...
Papá Doctor decidió que no me ayudará más con las cosas de mi coche, que es tiempo de que las resuelva sola...
• Los del agua dicen que si no pago los 32 pesos que les debo correrán una orden de embargo en mi contra...
• Y mi queridísimo Bacalao Apestoso, a sus incipientes 4 añitos, me salió con la nueva de que ¡le gusta Timbiriche!

Fuck, fuck, fuck.

Tuesday, January 22, 2008

Me encontró y lo reconocí

Cuando oí su voz en el celular recordé la primera vez que hablamos por teléfono hace unos 16 años... Su timbre grueso, sin huecos, y el tono amable que usa al saludo, cálido y firme al mismo tiempo. Lamenté que en mi memoria quedara tan poco de su rostro.
Después, cuando lo ví, entendí que el recuerdo de sus rasgos sólo estaba bien guardado, acomodado, en orden. Así, en orden, fue reapareciendo mientras lo observé por cinco gratas horas... las mismas que él hurgó sin reparo en mis ojos. Los observó sin tregua, sin pena y con calmada ansiedad de entender qué ha pasado, qué alquimia me ha hecho otra. Lo celebró, lo sé.
Reconocí sus ojos tristes y esa sonrisa que cuando entra en confianza y se descuida lo delata hasta inocente. La mirada franca, inevitablemente desnuda, con la misma expresión satisfecha y divertida de "y-ya-qué" que ponía cada que la Chavita de Hueva (yes: me) con la que salía a los 17, le "censuraba" algo. Quizá me sorprendió que ya estrena canas y que su peinado in no desentone con ellas. Y sí, que los años le han caído con un montón de encanto. Me gusta mucho más que antes.
Sus manos son nuevas. O yo nunca las ví cuando nuestras salidas de pubertos. Seguramente estaban desaliñadas: uñas sucias, falanges regordetas, de adolescente enojado. Si ví eso, preferí olvidarlo. Las que usa ahora son pulcras, firmes y serenas, grandes, de falanges precisas y nudillos cicatrizados a dientazos de borrachos primerizos —medio adivino y medio sé.
Es curioso que hoy su boca me parezca un mosaico de las bocas, por mí observadísimas, de otros hombres a los que tampoco besé: la gran área-sonrisa de Ephram (con todo y diente chueco), el movimiento de Arturo, totalmente calculado entre la prudencia y el encanto. Las cicatrices del labio inferior, en cambio, son sólo suyas, y esas las había olvidado.

Mentí, lo del mosaico no es curioso. Lo realmente curioso es que conocí antes su boca que las de Ephram y Arturo. Ahora entiendo por qué me costaba tanto no mirarlas, por qué las recordé en un déjà vu traspapelado de la primera que me besó sin que yo correspondiera.

Friday, January 18, 2008

Ah, la tristeza

No sé si es que ya viene mi cumple.
No sé si es que cumplo 33 (dicen que es una edad "especial").
No sé si es que me siento muy sola.
O que no he ido a terapia en un mes, que olvidé la última cita y tengo que pagarla anyway.
O que huelo cambios en el aire.
Tal vez tiene que ver con que creo que algo que quiero se está muriendo.
O con mi culpa porque me siento asesina, imprudencial, pero asesina.
Quizá sólo sea que La Mujer de los Ojos Hermosos me dio un reiki ayer y me removió todo.

Y seguro sí es que me siento tremendamente vulnerable y que hoy (como si fuera la gran iluminación) recordé otros lejanísimos momentos similares y descubrí que cuando estoy así sólo sale lo peor de mi. Y que no tiene nada de extraño que la gente, por así decirle, se desconcierte y no entienda y me mire con cara de "en serio qué loca estás, en serio me cuesta un huevo entenderte, y en serio me empieza a dar hueva hacer el intento". Y yo con mi cara-fraude de soycool, de soymadura, de tengotodobajocontrol y además soylinda ybuenaonda. Que, por cierto, como es fraude, cada vez me sale menos bien. Chale.

La cosa es que ando de un triste bárbaro.
Barbarísimo.
Qué bárbaro, qué triste ando.
En serio.
Snif.

Friday, January 11, 2008

¿QUIÉN SE ACUERDA DEL TAMAGOCHI?

La mascota virtual noventera por excelencia. Comían, dormían, iban a la escuela y al baño… hasta se estreñían, vaya. Y luego, obvio, lloraban hasta un buen (buenísimo) día, morir.