Thursday, May 27, 2010

Pesares y desvergüenzas

Tengo tantísimas ganas de ponerme a escribir aquí... de retomar este espacio... y justo ahora no puedo. No tengo tiempo. No tengo un segundo ni para estirarme.
Menos mal, porque dice el Jefe de Información de la redacción donde trabajo que el acto de estirarse no es aceptado socialmente, haga usted el favor. Pues para como anda de libertino el mundo pronto lo legalizarán, ya se vé, y pasará con los bochornosos estiramientos lo mismo que con los homosexuales (que ya se pueden ir casando libremente por ahí).
Y entonces sí podremos decir ¡qué modernos somos, qué barbaridad!

Chale, pues ya me tengo que ir. No me estiré, pa que no anden hablando mal de mi. A cambio me di unos minutos para escribir aunque fueran quejas por acá. Peor es nada.

Hoy me pesa como hace mucho no poder hacer lo que quiero por tener que terminar lo que debo.

Sigh.

Monday, May 24, 2010

Los cuentos que yo compro

Hace no mucho veía un documental de Cheers, la cagadísima serie ochentera de un bar en Chicago. Obviamente entrevistaron a Ted Danson (que hacía el papel de Sam Malone) que, entre casi pura babosada, de pronto soltó un balazo de sabiduría que ya no me dejó pensar en nada más: a los 35 es cuando te das cuenta de que ya no tienes 25, dijo.
Será que ya estoy ahí y por eso en estos días me ha caído —un poco como balde de agua fría— la realidad innegable de que ya no estoy chavita. Que no viene ni tantito al caso que me ofenda si en la calle alguien me dice "señora". Que hay cuentos que ya no me compro y lo más sorprendente: resulta que hay otros que vengo a decidir comprarme justo ahora que ya sé que son cuentos. Nomás por las puras ganas y la nostalgia. A sabiendas de que, como todo cuento, se acabarán o se revelarán y tendrán un final no necesariamente feliz.
Por eso llevo unos meses desconociéndome, sorprendiéndome de cómo han cambiado mis opiniones, de mi cabeza asentada, de mi frialdad... ¡Claro, no mames que ya no tengo 25!
Y en lo que me caía el veinte que llevo 10 años pensando que sí, dejé pasar todo este tiempo, instalada en una mal fundada confianza moza que se ha esfumado. El tiempo se evapora y cuando menos te das cuenta, llevas años teniendo una edad distinta de la que creías. Sopas.
Aclaremos, no es que me sienta vieja, ni acabada, es simple y literal: apenas me dí cuenta que hace 10 años que no tengo 25! Y 10 años no es poco tiempo.
La cosa es que tengo mucho que hacer y —como recién me enteré— el tiempo se va. Tal vez sea momento de considerar (sólo considerar, ja) echarle galleta... y cuidarme... y pasarla mejor... y hacer lo que me apasiona... y cuidarme.
Eso: cuidarme.
De pronto me asaltaron unas ganas incontenibles de hacer mucho ejercicio. Y de comer sano. Y de bajar de peso y verme bien linda y sentirme bien los últimos años de juventud que me quedan.
(Ajá, ése es uno de esos cuentos que por estos días decidí comprarme aunque sea cuento.)