Monday, February 20, 2006

Dolores primarios

Yo tenía tal vez 5 ó 6 años. Era un domingo y El Doctor nos llevó a la feria a mi Bigbro, a La Mujer (entonces niña) de los Ojos Hermosos y a mi. Yo no había podido contener el llanto durante todo el trayecto, el sentimiento y la tristeza oprimían mi garganta sin tregua. De verdad, no era berrinche ni capricho, era que me dolía una ausencia. No la de la Rubia Superior (en esa época mi relación con ella no era cercana por alguna razón que aún no entiendo, peroque tampoco me interesa entender a estas alturas), sino la de Mi Mejor Cómplice, una mujer fuerte y generosa, pero sobre todo buena. Ella se encargaba de despertarme, vestirme, peinarme, convencerme de comer, cuidarme, regañarme, leerme cuentos, bañarme, consentirme, quererme condenadamente y enseñarme cuanto era capaz cada vez que me llevaba con ella de la mano a un parque, al jardín de la casa, a la papelería, a su iglesia, al super o simplemente a sentarme en su regazo mientras me explicaba la vida.

Ella pues, se había ido a la Huasteca Potosina a ver a su familia apenas el día anterior y yo ya no sabía dónde meter todo el dolor que me provocaba el que no estuviera cerca de mi. Lo único que me consolaba por momentos era una cadena con una cruz que me había dejado ella antes de irse. En escena cursilísima me había dicho que por medio de esa crucecilla ella estaría cerca de mí todo el tiempo cuidándome. Y yo, que creía incuestionablemente en todo lo que ella me enseñaba, lo asumí como una verdad absoluta. Así que en los momentos en que más me dolía echarla en falta, tomaba con mi pequeña mano la cruz, me la apretaba fuertemente contra el pecho y me tranquilizaba, pero sólo un poco. Al poco rato volvía el sufrimiento.

Por supuesto, La Rubia Superior se debatía entre unos irremediables pero comprensibles celos y la impotencia de no tener idea de cómo tratarme, mucho menos de cómo consolarme. Desesperada ante mi nulo control del llanto (o tal vez con la cabeza estallándole por lo mismo), se había dado por vencida y había optado por quedarse en casa mientras El Doctor se aventaba el paquete de llevarse a los tres vástagos para distraerlos en la feria.

No sé cuánto tiempo llevábamos ahí, pero recuerdo que El Doctor también empezaba a frustrarse al ver que todos sus intentos por distraerme del llanto eran en vano. Nos subimos a un juego que era como una montaña rusa light. Estuvo bueno. Logró disipar mi tensión y con su velocidad provocó no sólo que el viento secara las lagrimitas de mi rostro, sino que de mi garganta dolorida salieran por lo menos un par de carcajadas. Pero al bajar, mientras caminábamos, por instinto reflejo busqué en mi pecho la cruz de Mi Mejor Cómplice y, oh tragedia: no estaba.

Lloré como nunca lo había hecho. Huelga decir que a esa edad y en ese contexto, lo que menos me importaba era el valor material del fetiche, sólo sentía que había perdido lo único que me quedaba de la persona más importante en mi vida en ese momento. Si ya de por sí me dolía que no estuviera cerca, con el extravío se había roto cualquier esperanza de alivio de aquí a que ella regresara. No sé, era como si se me hubiera acabado el analgésico que me daba treguas. Sin duda, sensaciones demasiado dramaticas para una niña tan pequeña.

No recuerdo cómo terminó el día, ni qué hicieron El Doctor y La Rubia Superior para calmarme. Seguramente terminaron por acostarme y yo lloré en mi cama, chupándome el dedo pulgar derecho hasta quedar dormida. Y seguramente fue este un episodio que los lastimó y desconcertó mucho. Ahora lo entiendo, pero entonces yo sólo acertaba a percibir que estaban molestos. Así que los días que siguieron yo autisteé para sortear mi tristeza. Lo cierto es que apenas comía y en cuanto tenía un ratito a solas, soltaba lágrimas de cuatro en cuatro y a escondidas. Calculo que habrán pasado dos semanas, más o menos, cuando un feliz día ella regresó para no volverse a ir.
Bueno en realidad en 25 años que han pasado desde esta anécdota, claro que se se fue varias veces más, y siempre fue difícil pero nunca volvió a ser tan dramático el asunto. Y siempre hubo regreso.

Creo que ésta es mi primera memoria del dolor no físico (que, por cierto, me provocaba una opresión aguda y dolorosa en la garganta. Algún significado debe tener eso, ¿es así, Daria?)

Hace unos días que fui de visita a la casa de La Rubia Superior y El Doctor la ví. Enferma y vieja. Y dolorida. Y cansada. Pero profesándome el mismo amor incondicional de siempre, la misma complicidad a prueba de fuego, me confesó que llevaba días esperando mi visita para contarme que ya no quiere seguir. Me dejó instrucciones, direcciones y encargos. Me recordó con la mirada enjugada en lágrimas y con la respiración entrecortada que soy Su Niña, que he sido el principal motor de su vida y que aunque no esté, seguirá siempre cerca de mi. Yo lo sé (aun sin crucesita), y me imaginaba que tendría que suceder así eventualmente, pero ahora que veo acercarse el momento, ¡cómo duele carajo! Entre lágrimas platicamos largo, de su vida difícil, de sus ángeles, de mi vida, de mis tropiezos y de cómo y cuánto nos hemos amado y apoyado en este trayecto. Le pedí perdón por las veces que la desobedecí de niña, por mis desplantes de adolescencia, por mi egoísmo y mi cobardía. Por sacarle la vuelta a ser testigo de que su cuerpo le está pasando ya facturas. Por no haber sido capaz hasta este momento de mantenerme fuerte ante su sufrimiento. Le agradecí su amor, su generosidad (de la que me queda mucho por aprender) y sus lecciones de vida (ella me enseñó la importancia y los beneficios de regalar sonrisas, me enseñó a no dañar, a creer, a perdonar, también me enseñó la compasión). Puedo decir sin temor a equivocarme que es la persona más generosa que he conocido. Y la más desinteresada. También la más humilde y digna. Una gran sabia.
Chale, no me alcanzan las palabras para ponerlo en su justa y real dimensión. Lo siento.

Si bien sé que el fin no será inmediato, empecé a aceptar que se acerca ya.

Y hoy, con la práctica o el callo de haber sobrellevado las punzadas de desamores, pérdidas, separaciones y hasta un divorcio, siento de nueva cuenta el dolor de aquel domingo de hace 25 años que en ningún caso había vuelto a experimentar, igual de incontrolable que aquella primera vez. Ese que por irrepetido había olvidado. Uno muy puro, muy primario, muy básico, sin amor propio ni rastros de orgullo magullado. Quizá por lo mismo más difícil de comprender, imposible de pasar por el microscopio del análisis cerebral. Pero lleno de impotencia rabiosa.

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Mi pliego petitorio se reduce a solicitar el menor sufrimiento posible para Ella.

Friday, February 17, 2006

Huelga de tristeza








Eso.
Y no me he atrevido ni siquiera a escribir el pliego petitorio.

Monday, February 13, 2006

Oigo voces

Hay sutilezas de la soledad que me están gustando.
Siento miedo de que me gusten demasiado.

Hay bálsamos de la compañía que estoy echando de menos.
Siento miedo de no volver a dar con ellos.

Hay caramelos de confianza que no he vuelto a saborear desde hace mucho tiempo.
Tal vez por eso mi Gollum se ha encargado de hacerme creer que ya están descontinuados (como los sugus).
Y entonces cada que un individuo llega a ofrecerme uno de ese tipo, desconfío por completo. Y tengo la certeza absoluta de que me quiere ver la cara... y de que no me da la gana permitírselo.


Y luego aparece Smeagol diciendo "Yu'v got tu let it japen, yu'v got tu trost... yu'v got tu trai! Dei ar not min men, dei laik yu..."

Peronolecreo.

Friday, February 10, 2006

¿Será como el mingitorio?

Ayer fui al concierto #6 de música contemporánea de Lab 33. En Pasagüero. Acompañada de Daria Zen.
Y -llámenme naca o ignorante o limitada- no me gustó.

Al final, en un lugar lleno de gente que guardaba total silencio ante bloques de ruidos disonantes (en su casi absoluta mayoría), que acallaba el más mínimo murmullo para escuchar la obra de arte y que al término aplaudía enjundiosa, no pude evitar la sensación de estar en medio de una tomadura de pelo. Y no me enoja, por el contrario: me divierte; me recuerda la puntada del mingitorio de Deschamps. Será que en mi limitada percepción artística sólo me lo puedo explicar como si alguien estuviera midiendo el límite del borreguismo y el pretencionismo (¿así se dice?) de un grupo selecto de gente que se considera a sí misma conocedora o con una especial capacidad de apreciación musical. Jaaaaah, me imagino a los de Lab 33 (incluido mi querido amigo, el Editor de los Ojos Bonitos, que tuvo a bien invitarme) pitorreándose al final de cada concierto de cómo la gente de perpleja y confundida pasa a sorprendida, azorada y hasta extasiada. Muchos de ellos lo hacen para pertenecer al grupo selecto de conocedores. That’s for sure. Pero no entienden un carajo. Y es que por más que finjan, eso no se puede ocultar.

Sé que su creación parte de algo más complejo, relativo a romper formas y reglas musicales, a una manifestación rebelde del arte musical, lo cual es muy válido, claro, pero a) sólo lo entienden los músicos desde su interpretación de la partidura de madre de las partituras tradicionales, ¿no? ¿o cómo? Y b) si no soy músico y no tengo idea de que hay que transgredir al represor mundo de la tradicional escala con corcheas y bemoles, nomás me suena poco –o nada- armónico (cosa que por menos que una quiera, rompe con la percepción más común de la música).

En fin, que ni creo que todos los que estaban allí ayer sean músicos, ni me trago el cuento de que les encante lo que sonó en el lugar. Creo, sí, que quieran que les guste y por supuesto que se les note que les está gustando. Porque eso los hace diferentes. Yeah, right.

El punto es: no me gusta, no me inspira, no lo entiendo y, aunque lo respeto, me fascina pensar que se pudiera tratar de una tomadura de pelo.

A Daria no le divirtió tanto la idea, pero su parte Zen salió al quite victoriosa.

Friday, February 03, 2006

Aprendiendo a escuchar

Después de que todos mis planes vespertinos sufrieron modificaciones por una u otra razón, terminé la noche de anoche en el barecillo condesero de siempre con mi BuddySoCute! Libre y relajado como anda, traía ganas de echar un drink y charlar.
El tema último tuvo que ver con mis curiosidades e inquietudes, con mi inexperiencia y con mi negación a escarmentar en cabeza ajena. Puntos todos que al término del día no quedan a discusión.

Al final y entre líneas de argumentos encontrados, lo único que me parece haber escuchado es este sentimiento que nunca se dijo palabra por palabra: te quiero y quiero que estés bien.

Gracias, de verdad.

Thursday, February 02, 2006

¡¡¿¿Otra vez??!!

Ok, no había querido hablar de esto, pero ahora se vuelve inevitable.
Hace muchos años que esto es un tema en mi vida.
Me da pa'bajo, no lo puedo evitar:

Se avecina mi cumple.
Vertiginosamente.
Y con él, preguntas de todo mundo sobre cómo, cuándo y dónde será el festejo.
Todavía no lo sé.

No sé bien cómo explicar que creo que todavía no estoy lista... Y no es que me rehuse a cumplir un año más, ya ni perk, una aprende a resignarse, pero ¡no he terminado de acostumbrarme a la idea de haber cumplido 30 cuando ya me están presionando para el festejo de los 31! Che tiempo ¡cómo corre!

El punto es que ya estamos en la cuenta regresiva. El domingo es el "gran día". Habrá que organizar algo en chinga. Lo bueno es que el lunes no se trabaja. Ahora el dilema es qué día festejamos ¿viernes, sábado o domingo? ¿o festejamos todos?

Y la cosa es así todos los años: al principio me da toda la estofa del mundo festejar mi cumpleaños, pero al final termino pasándolo bomba.

Preparémonos pues. Por lo menos psicológicamente.

Aaaaayshhhhh!!!!!

Wednesday, February 01, 2006

Ah de las manías... ¿sólo 5? Ok, van:


1. Cuando estoy muy muy triste y lloro sola en mi cama, me chupo el dedo pulgar hasta quedar dormida.

2. En época de frío cuando se me resecan los labios, me da por arrancarme los pellejitos de la boca, sobre todo del labio inferior. Espantosa manía contra la que he luchado durante años, por cuestiones de vanidad más que otra cosa. Este año casí (¡pinche casi!) le gano.

3. Mantener conversaciones mentales (a veces larguísimas) con mis plantas o con Manuel -nombre que le he dado a mi amigo imaginario... La primera referencia viene de la película Marcelino Pan y Vino, pero al paso del tiempo se quedó también en memoria de mi otro amigo Manuel, el que se fue-. Este fenómeno es mucho más común de lo que la gente se imagina. Lo malo es cuando mi conversación deja de ser mental y privada y se me sale un comentario en voz alta. La gente a mi alrededor sí se saca de onda a veces.

4. Cuando me baño, después del shampoo y el enjuague suele caérseme alguna cantidad de pelo que queda enredada entre los dedos de mis manos. Me gusta irlos quitando, de uno en uno, y pegarlos en la humedad del azulejo de la pared. Luego con el dedo índice derecho hago círculos en esa zona de la pared del baño, hasta haber juntado todo el pelo, lo hago bolita y lo tiro a la basura.

5. Echar en mi bolsa cualquier cantidad de cosas inútiles "porsi". Las llaves de casa de mis papás porsi hoy voy a verlos. Las pastillas del cólico (sabiendo que a mi no me va a dar 27 de los 28 días que las cargo) porsi a alguien se le ofrece. El juicy tube de fresa (que es el único que uso ahora) más otros lipsticks y brillitos varios porsi hace falta ponerme alguito de color. El monedero que me regaló la Editora Asociada porsi alguien me da monedas y me acuerdo que tengo un monedero para echarlas ahí. Unas bolitas rojas porsi me dan ganas de hacerme una cola de caballo. Otras porsi me dan ganas de hacerme dos. Y así (como diría Mía).

Ahora le toca aaaa... Nacho, Míster Gonx, el Poeta Postmoderno, mi BuddySoCute! y El Sapo Vengador.